jueves, 2 de diciembre de 2010

CARTA DE UNA MADRE A SUS HIJOS

  • El día que esta viejita ya no sea la misma, ten paciencia y compréndeme.
  • Cuando derrame la comida sobre mi camisa y olvide de atarme los zapatos, recuerda las horas que pasé enseñándote a hacer lo mismo.
  • Si cuando conversas conmigo, repito y repito la misma historia que sabes de sobra cómo termina, no me interrumpas. Cuando eras pequeño, para que durmieras, tuve que contarte mil veces el mismo cuento hasta que cerrabas tus ojitos.
  • Cuando sin querer me haga mis necesidades, no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa, pues ya no puedo controlarme. Piensa cuántas veces de niño te ayudé y estuve pacientemente a tu lado hasta que terminaras lo que estabas haciendo.
  • No me reproches porque no quiera bañarme, no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguía y los mil pretextos que inventaba para hacerte más agradable el aseo. Acéptame y perdóname ya que soy el niño ahora.
  • Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des el tiempo que sea necesario y no me lastimes con una sonrisa burlona. Acuérdate que fui yo la que te enseñó tantas cosas: comer, vestirse... y te proporcioné una educación para que enfrentaras la vida con éxito, todas son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.
  • Cuando conversemos y me olvide de lo que estábamos hablando, dame el tiempo que sea necesario para que recuerde, y si no puedo hacerlo, no te burles de mí, tal vez no era importante lo que hablaba, pero sí el hecho de que tú me escuches.
  • Si alguna vez ya no quiera comer, no insistas, sé cuánto puedo y cuánto no debo. Compréndeme que con el tiempo ya no tengo dientes para morder, ni gusto para saborear.
  • Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame una mano tierna para ayudarme, como lo hice yo, cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernitas.
  • Cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir, no te enfades, no tiene que ver con tu cariño o con cuánto te amo. Compréndeme que yo ya no vivo, sino que sobrevivo y el dolor de saberme impotente me lleva a esas palabras.
  • No te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como yo lo hice cuando empezaste a vivir.
  • De la misma manera que te he acompañado en tu sendero, te ruego me acompañes a terminar el mío.
  • Dame amor y paciencia y yo te devolveré gratitud, con el inmenso amor que tengo por ti.

TU MADRE

(ANÓNIMO)