HOMENAJE
A LOS JUBILADOS EN SU DÍA
Gabriel Ordóñez Nieto
18 de julio de 2015
Han
pasado los días en diluvio
y
sin tener de todos, el recuerdo claro,
estoy
como hombre........¡ya maduro!
Madurez:
estación del inconcluso itinerario,
atavío
de secos arroyuelos en el rostro,
remanso
teñido de otoño y en sosiego,
furia
cautiva del tranquilo pensamiento,
rescoldo
de pasiones que a su tiempo
¡indomables!
parecieron ¡indomables!
Fragmento:
Bruñido Canto
Autor: GON
Para permanecer en el marco de la paradoja de la existencia comprendamos
que lo nuevo de la vida es la vejez, lo joven ya es lo viejo. Madurar a fondo
es seguir el ciclo de la vida hasta sus últimas consecuencias, llenar los años
de vida, es la forma de tomar nuestra existencia en serio. El valor y el sentido más profundo que el hombre
puede dar a la vejez es aceptarla. La aceptación, sin embargo, no significa
rendición ni sumisión. Por el contrario, el hombre claudica ante la realidad
cuando no la acepta. Y claudica no por rebelde, sino por pretender ignorar o
desconocer su propia condición transitoria.
El desgobierno de la
revolución ciudadana ha irrespetado y ha marginado a hombres y mujeres de la
tercera edad que se acogieron al derecho de la jubilación, pero no,
distinguidas amigas y amigos, no ha rechazado el cabello cano, ni el andar
pausado, ni las arrugas de los rostros lo que ha discriminado y ofendido es a
la experiencia y la sabiduría. En efecto los jóvenes lucen como lámparas que
dan fuego y calor, los viejos somos faros que irradiamos luz; los primeros
descubren piedras en el camino e impiden los tropiezos, los segundos iluminamos
la meta en la montaña y evitamos el extravío.
El desgobierno de la
revolución ciudadana desconoce que los jóvenes son la nube, que a través de la
lluvia, fertiliza los campos pero que los viejos somos el mar que llena el
cielo de nubes tal como la vida al fluir del cuerpo vuelve al espíritu.
Para hablar sin
eufemismos me olvidaré de la tercera edad y diré que los viejos, a diferencia
de los jóvenes, que ponen semillas en el surco y esperan el fruto, extendemos
los brazos con las manos abiertas, llenas de plegarias en pos del lucero, del
infinito en calidad de orfebres de la fe que purifica, transforma y perpetúa.
Ya no estamos en la
etapa del poder ni lo ambicionamos, ya dimos lo mejor de nuestro tiempo,
talento y energía, ya servimos a los hijos, la sociedad y la familia; ya
dejamos la impronta de nuestro coraje y nuestra fuerza en el mundo en que
vivimos, que no es el mismo que recibimos ni será el mismo que dejarán los
viejos que nos reemplacen cuando hayamos enfrentado el destino ineluctable de
la finitud de la vida. Pero no hemos terminado. Aún tenemos sueños y alegrías.
Aún tenemos arrestos para decir a los gobernantes que se equivocan y mucho
cuando alimentan con fervor la contradicción de querer vivir sin envejecer. Los
seres humanos como todos los seres vivos nos desgastamos con los años. “Deteriorarse
es el impuesto que se paga por el privilegio de vivir” y como si esto fuera
poco nos quieren clavar impuestos a la herencia y plusvalía.
Más de 400 mil
jubilados ecuatorianos estamos enfrentados a un gobierno que padece problemas
económicos por una política económica que ha privilegiado un gasto público sin
medida ni control y al quedarse sin recursos ha implementado recortes tanto en
el presupuesto como en ciertas
inversiones, lo cual está bien pero, además, ha echado mano a dinero que por
ley no le pertenece, es de los afiliados y ha suspendido aportes históricos en
favor de las jubilaciones.
Se ha hecho tabla
rasa de los derechos constitucionales que amparan a los ciudadanos, han torcido
opiniones vinculantes de la Procuraduría General del Estado, han ignorado los
argumentos del propio IESS y de connotados juristas del país, se han burlado
del dolor y la angustia de miles de ciudadanos de la tercera edad despojados,
de la noche a la mañana, de sus pensiones. Reducir la calidad de vida alcanzada
al cabo de 30 o más años de servicio en el IESS, a una precaria satisfacción de
techo y comida, es condenarlo al sufrimiento y la depresión con todos sus
peligros. Países que adoptaron el capitalismo salvaje para manejar sus
economías ya vivieron la tragedia de jubilados maltratados. ¿Así se entiende la
igualdad ante la ley? ¿Esta es la supremacía del ser humano sobre el capital? o
¿Es la antesala para suprimir el pago a todos los beneficiarios de la
jubilación patronal? Un gobierno supuestamente abanderado de las causas humanas
ha colocado a los adultos mayores al filo del despeñadero. Para evitarlo debe
ordenar la restitución inmediata del derecho.
Pero es una necedad
esperar que las instancias legales o de control se pronuncien contra las tesis
impulsadas por el gobierno y las instituciones dependientes o autónomas que
controla. Encontrar funcionarios, obedientes y desalmados, para firmar
cualquier resolución, contra derecho incluso, no es imposible. En el caso de la
suspensión del pago de la pensión patronal vitalicia a extrabajadores del IESS,
la argumentación jurídica ha sido interpretada por instancias de la Contraloría
para emitir un informe borrador endeble, sin la motivación legal suficiente.
Los exservidores del
IESS son, salvo las excepciones de la vida, personas honestas, profesionales la
mayoría que dejaron todo en sus respectivos trabajos y se retiraron luego de
25,30 o más años de trabajo con la esperanza de gozar de una pensión que
garantizara la aceptable calidad de vida alcanzada durante su vida activa con
esfuerzos y trabajos adicionales. Reducir sus pensiones es condenarlos a la
precaria satisfacción de techo y comida y a la tortura psicológica proveniente
del estado que acortará sus años de sobrevida. Y claro no serán incluidos como
pobres porque ganan más de dos dólares al día. ¡Solo Dios debe fijar día, hora y lugar de las muertes humanas y no la
revolución ciudadana, ni su gobierno!
Ante esta mentalidad, en un mundo
donde la vejez no encuentra su espacio, la valentía se vuelve la virtud de la
vejez. Y la primera valentía frente a esta mentalidad es la de reconocer el
paso del tiempo y rescatar la hondura que trae la vejez consigo. La valentía
es, señoras y señores, ingrediente fundamental para la defensa de la dignidad,
vale asegurar entonces que sin valentía no hay dignidad y nosotros estamos de
pie en defensa de nuestros derechos, un grupo incluso expone su vida en una
huelga de hambre que merece nuestra admiración y respaldo. Esta medida extrema
no ha sensibilizado ni a las autoridades del IESS ni del gobierno central.
Para nosotros, los valerosos
actos del pasado, el esfuerzo desplegado para mantener en crecimiento al IESS y
consolidarla como la más importante del Ecuador no pueden ni deben ser un sofá
para el descanso sino un trampolín que nos impulse día a día en una lucha que
se ve difícil pero no imposible. Procuremos ser padres de nuestro porvenir
antes que hijos de nuestro pasado.
Heráclito, uno de los filósofos
de la naturaleza que vivió 500 años AC dijo: “Nada es permanente excepto el
cambio” no se puede, digo yo, bajar 2 veces al mismo río porque aunque lo
hagamos un minuto después seremos un minuto más viejos y el agua ya no es la
misma, nuestro instituto ya no es el mismo, se ciernen muchas amenazas que
buscan su disolución, nos compete a todos actuar con lo que tengamos a mano
para defenderlo. Siempre será posible ofrecer algo como aquel colibrí de la
fábula que al mirar el bosque en llamas y a todos sus habitantes huir
despavoridos decidió acudir al estanque más próximo, colocar una gota de agua
en su pico y volar en procura de sofocar el fuego. Todos le decían que el
esfuerzo resultará inútil pero el colibrí, tozudo y valiente dijo: es lo todo
lo que puedo hacer y lo seguiré haciendo hasta apagar el incendio.
Amigas y amigos jubilados al
felicitarlos por su día y desearles felicidad no puedo dejar de insistir en la
invitación a honrarnos con su presencia en la lucha por un Instituto enmarcado
en la Constitución, justo, equitativo, solidario y respetuoso de todos nuestros
derechos.
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